Un nuevo visitante interestelar ha vuelto a poner los ojos del mundo en el firmamento. Se trata del cometa 3I/ATLAS, detectado el pasado 1 de julio por el telescopio ATLAS en Chile, un sistema de vigilancia robótica diseñado para identificar objetos que podrían representar un peligro para la Tierra. Pero lejos de ser una amenaza o una “nave alienígena”, como afirman algunas teorías conspirativas, este cometa está brindando valiosas pistas sobre el origen y la presencia del agua en el Universo.
De acuerdo con observaciones recientes del telescopio Swift de la NASA, los astrónomos confirmaron que 3I/ATLAS contiene grandes cantidades de agua, la cual se está liberando a razón de 40 kilogramos por segundo. Este hallazgo fue posible gracias a la detección de una débil señal ultravioleta que revela cómo la luz solar calienta los granos de hielo en el núcleo del cometa, provocando que se sublimen y formen una nube de gas que lo rodea.
Lo que más ha sorprendido a los científicos es que el agua del cometa se vaporiza a una distancia mayor del Sol de lo que se observa en otros cometas. Normalmente, la sublimación del hielo ocurre cuando estos cuerpos se acercan lo suficiente al calor solar; sin embargo, en el caso de 3I/ATLAS, el proceso comenzó mucho antes, lo que podría indicar que el agua es más sensible a la radiación ultravioleta de lo que se creía o que el cometa ha estado perdiendo hielo desde su viaje interestelar, posiblemente desde una estrella cercana como Próxima Centauri.
El análisis de la molécula de hidroxilo (OH), compuesta por un átomo de oxígeno y otro de hidrógeno, fue clave para determinar la presencia de agua. Cuando la radiación ultravioleta del Sol incide sobre las moléculas de agua, éstas se descomponen en hidrógeno y hidroxilo. Por ello, la detección de esta molécula en el cometa representa una prueba indirecta pero sólida de que contiene H₂O.
El cometa 3I/ATLAS se une así a una lista exclusiva de visitantes interestelares, junto a los enigmáticos ‘Oumuamua y Borisov, que también desafiaron las expectativas astronómicas. Mientras que el primero resultó ser extremadamente seco, el segundo mostraba una abundancia de monóxido de carbono. Estas diferencias están llevando a los científicos a replantear los modelos de formación de cometas fuera del sistema solar, lo que podría modificar la comprensión actual sobre cómo se distribuyen los elementos que dieron origen a la vida.
Por ahora, el 3I/ATLAS ya se encuentra a más de 30 millones de kilómetros de Marte y ha dejado de ser detectable para el telescopio Swift. Sin embargo, en los próximos meses continuará su viaje hacia el Sol, donde alcanzará su punto más cercano y mostrará su actividad máxima. Se espera que la sonda JUICE de la Agencia Espacial Europea, actualmente en la órbita de Júpiter, realice observaciones adicionales durante este periodo crítico. Los datos podrían llegar a la Tierra hasta febrero de 2026, ofreciendo una oportunidad única para estudiar su composición y evolución.
El paso de este cometa es un recordatorio del papel esencial que juega la ciencia para entender nuestro lugar en el cosmos. Frente a las especulaciones y teorías sin sustento, la investigación científica continúa demostrando que la observación, la evidencia y la colaboración internacional son las herramientas más poderosas para descifrar los misterios del Universo.